lunes, 19 de agosto de 2013

Tabla: 'Recuerdos' {#10. Retrato - Prince of tennis - Dream Pair}‏‏‏‏‏‏‏‏

Autora: Hota-chan
Tabla: Recuerdos.
Fandom: Prince of tennis.
Personajes/pairing: Dream Pair —
 Fuji Syusuke y Kikumaru Eiji.
Género: Fluff.
Clasificación: Todo público {G}
#10: Retrato
Sumario: Syusuke sostuvo el marco de madera entre las manos, observando la sonrisa radiante del otro lado del cristal.


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Syusuke sostuvo el marco de madera entre las manos, observando la foto del otro lado del cristal, con una sonrisa indescifrable. Impreso en el papel estaba la figura del pelirrojo, sosteniendo unos girasoles con una sonrisa radiante. Era una fotografía que le había hecho el año pasado, cuando habían ido a la granja de su hermana y, curiosamente, el pelirrojo le permitió conservarla.

Muy contrario a él, Eiji odiaba las fotografías; odiaba sentir que una parte de él quedaba confinada para siempre en el tiempo. Eiji odiaba la esencia, el propósito mismo de las fotos, cuando él, como fotógrafo, era justamente eso lo que amaba. Todo cambiaba (y él odiaba los cambios), todo seguía su curso y mutaba, excepto las fotos. Las fotos siempre serían las mismas sin importar cuantos años llevaran encima, y por eso eran maravillosas. Depositó el retrato sobre su escritorio en cuanto sintió que la puerta se abría violentamente.

Un asustado Eiji le veía desde el marco de la puerta, extendiéndole el enorme oso de peluche que poseía y al cual se le estaba saliendo el relleno por uno de los extremos.

—¡Fujiko-chan, Daigoro está herido! ¡Tienes que salvarlo! —el aludido se puso en pie, despacio, rodeando el escritorio y encaminándose hasta él, mientras inspeccionaba el peluche con seriedad, como si tuviese un daño irreparable.

—Uhm, veamos qué puedo hacer por él —respondió, posando su mano en los rojizos cabellos antes de revolverlos con suavidad. Entonces, con ese pequeño gesto, el semblante de Eiji se relajó y sonrió levemente, asintiendo.

Todo seguía su curso y mutaba, especialmente con Kikumaru Eiji.


Desde que lo había conocido, ninguno de sus días había vuelvo a ser igual. Todos estaban cargados de sorpresas, y, sobre todo, de cambios. Y él, cuando lo miraba fijamente, cuando se perdía en la inmensidad de sus azulados ojos, que brillaban de distinta forma cada vez que parpadeaba, agradecía que sólo las fotos permanecieran intactas.

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