Autora: Minki
Título: Feliz Navidad
Fandom: Super Junior
Personajes/Pairing: Eunhyuk x Donghae
Clasificación: Todo público
Género: AU, Fluff, Romance.
Sumario: "Estaban tan cerca que sus respiraciones se mezclaban, tan cerca que con sólo empujar un poco la cabeza del uno, los labios del otro podían alcanzarlo. Y sin embargo tan lejos…"
Advertencia:Verán a un Donghae que podría romper corazones.
«¡Vamos, Hyukkie!»
«No, esto está mal…»
«¿Y a quién le importa?»
«Pero nuestros padres van a…»
«Hay ayeres y mañanas, Hyukkie, pero no hay hoyes. Así que
aprovéchalo. ¡Vamos!»
«¡N-no! Pe-pero… ¡Espérame!»
Despertó cuando
la alarma sonó. Se sentó sobre la cama, perezoso, entreteniéndose con el ruido
de las aves de afuera. Choco ladraba abajo, jugando con Sora. Con un ojo medio
abierto miró la hora: ocho de la mañana…
Ocho…
—¡Carajo! —De un
brinco llegó al baño y se metió lo más rápido que pudo. ¡Tarde en su primer día
de trabajo!
Salió tan
deprisa que apenas y pudo beber algo del chocolate caliente que le hizo su
mamá. Se despidió de beso de su familia y salió corriendo como un rayo. ¡No
tenía ni auto! Ah, cómo odiaba los lunes.
Las calles
estaban repletas de gente y resultaba casi imposible avanzar, mucho menos si
tenía que ir contra la corriente. Se había puesto para aquel día una camisa de
algodón beige, unos pantalones negros, botas del mismo color y un abrigo que le llegaba hasta las rodillas. Lo malo era,
claro, que ese día estaba tan caliente como un horno.
—Permiso —iba
diciendo, apartando a la gente de su camino—. Permiso, per… —Sintió algo hundirse en su zapato. Bajó la
vista y vio que pisó… ¿un emparedado?—. Pero qué mier…
—¡Oye, amigo!
Pisaste mi desayuno, eh… se me acabó de caer. ¿Vas a pagarlo? —le dijo un chico de unos
dieciséis años.
Qué manera tan
agradable de comenzar su mañana.
Lee HyukJae, que
prefería ser conocido como Eunhyuk, era un hombre de veintitrés años recién
graduado de la universidad, especializado como terapeuta. Le interesaba mucho
eso de ayudar a las personas que, por algún accidente, quedaron con
dificultades en su cuerpo.
Pero cada vez
que pensaba en el porqué de haber escogido ese rumbo y no el baile, algo se
retorcía en su estómago y subía por su garganta en forma de nudo, aguándole los
ojos y le encogiéndole el corazón.
—Bu-buenos días
—saludó a la recepcionista una vez llegó.
Sus cabellos, de
un rojizo opaco, estaban despeinados y húmedos todavía. La ropa definitivamente
la traía desaliñada, y si miraban todo en conjunto con el agite de su
respiración y el sudor en su cuerpo, pensarían que escapó de algún lío horrible
y estuviera loco por pedir ayuda. Para su suerte, se dijo a sí mismo, visitó el
lugar el día anterior, por lo que su jefe no andaba por ahí cerca.
Una vez se
registró subió a la sala indicada, donde había diez incapacitados. Al entrar lo
primero que vislumbró fue lo amplio que era el lugar, y que la pared frente a
Eunhyuk era, en realidad, toda de vidrio para poder ver hacia fuera y permitir
que la luz entrase. Cuando fijó su vista en los pacientes, tragó en seco. Había
hombres a los que les faltaba una pierna, o que tenían una mecánica. El resto,
estaban en sillas de ruedas.
—Llegas tarde
—le dijo una de las terapeutas que estaban allí.
—Lo siento. Tuve
un inconveniente y…
—No interesa —le
cortó. Eunhyuk la miró, parecía como de treinta años, pero era más bajita que
él. Traía el rubio cabello recogido en una cola de caballo bastante apretada y
su mirada era un tanto severa—. Todos los pacientes tienen un médico asignado
menos uno, que es el que te corresponde. Ve hacia allá —dijo, señalando un
hombre en silla de ruedas que le daba la espalda—. Buena suerte.
Eunhyuk asintió
y se encaminó hacia su paciente. Había oído que a los hombres no les gustaba
mucho tener a otro hombre ayudándoles, por lo que se estaba preparando
mentalmente para lo que se le iba a venir. Insultos. Humillaciones.
Subestimación. Ignorancia.
Pero, al llegar
y susurrar un débil «em… hola», supo que las cosas serían muy distintas. La
figura comenzó a voltear, haciendo que con cada movimiento el corazón de
Eunhyuk se fuera hinchando poquito a poquito, hasta que tuvo al muchacho
totalmente frente a él, mirándolo con los ojos tan abiertos como los tenía el
médico.
—¿Hyukkie? —dijo
el chico en un susurro, casi sin poder creerlo.
—¿Do…Donghae?
—balbuceó sintiendo que su mundo daba vueltas.
Se sintió mareado,
incapaz de creerlo. No sabía si quería lanzarse a esos brazos o salir corriendo
para no volver jamás. ¡Lee Donghae! ¡Su Lee Donghae! Se sonrieron, en señal de reconocimiento,
y tragaron en seco. ¡Había tanto por hablar! Insultos, chistes, historias y,
muy por encima de eso, miles de disculpas que obsequiar.
—Santo cielo, no
creí nunca que podría volver a…
—¿Verme?
—completó Hae con una sonrisa. A pesar de los años, no había cambiado nada.
—Sí, a verte.
—Pues genial,
Hyukkie. —El ánimo del chico castaño pareció subirse inmediatamente—. Vamos a
trabajar fuerte para terminar rápido y luego damos un paseo. ¿Qué dices? Me
gustan los paseos. ¿Tienes tiempo? Yo no tengo nada qué hacer.
—Me encantaría
—susurró Eunhyuk con una sonrisa de tonto en su rostro. Donghae soltó una risa,
mirándolo de pies a cabeza.
—¿Qué es esa
ropa, Hyukkie? ¡Quítate ese abrigo enorme! O te vas a achicharrar.
Sí,
definitivamente era su por siempre querido Lee Donghae.
La tarde entera
se pasó entre bromas estúpidas y risas. Habían decidido ir a pasear al parque
que quedaba frente al hospital terapéutico, rodeados de una gran fuente,
silencio y mucha naturaleza. Estaban comiendo helado; el uno de limón y el otro
de fresas.
—¿Y dices que le
mordió el trasero? —preguntó Hae en una carcajada.
—¡Sí! Después de
eso, no quiso saber nada más de mí. —Se quedaron mirándose, ahogados en sus
propias risas.
Luego caminaron
hacia una banca para que Eunhyuk pudiera sentarse y así conversar mejor.
—Y dime, Hyukkie,
¿por qué estás aquí? Creí que tu gran y único sueño —comentó imitándolo— era el
baile.
Los ojos de
Eunhyuk se aguaron un poco, pero lo ocultó lo mejor que pudo, obligándose a
sonreír pese a que, en realidad, quería llorar hasta quedar vacío de lágrimas.
¿Sería posible? Lograr que ya no pueda salir más llanto. Le encantaba la idea,
se dijo.
—Desde… la
última vez que nos vimos —siseó en un tono quedo—. Lo siento —susurró.
Se miraron a los
ojos y un violento sonrojo se apoderó del pelirrojo al mirar la dulce sonrisa
de Hae. Se sintió más culpable, pero a la vez tranquilo.
—¿Por qué lo
sientes, anchoa descerebrada? Que yo sepa, no has hecho nada.
—Pero… —hice que quedaras postrado a una silla quiso
decirle, mas sólo frunció sus labios, bajando la vista.
—Oye —llamó Hae.
Puso su mano en el muslo del otro, acariciándolo. Eunhyuk lo miró, listo para
lo que tenía que decir—. Tienes helado en tu mano, tonto.
Eunhyuk soltó
una risa, deseando saltarle encima y comérselo a besos. Porque todavía lo amaba,
¿no? Nunca pudo olvidarlo, dejarlo atrás, enamorarse de nuevo. Su corazón
siempre iba a pertenecer al chico que tenía frente a él.
—Límpialo si
tanto te preocupa —masculló para sí mismo en un tono demasiado bajo.
—¿Qué dijiste?
—Nada. Que no me
había dado cuenta.
Pero Donghae no
era tonto, ni mucho menos sordo. Miró los marrones ojos del mayor por un largo
tiempo y luego, sin previo aviso, tomó la mano untada de helado y la acercó a
su boca. Ante la atónita, sonrojada, encantada mirada de HyukJae, comenzó a dar
pequeños besos en la piel, chupando el dulce que tenía. Eunhyuk se perdió en la
sensación de esos –suaves– labios sobre su mano, presionando, succionando y, de
vez en cuando, usando pequeños toques con la lengua para ayudarse.
—Lo mío no es el
dulce —comentó una vez terminó—. Pero no está nada mal.
Eunhyuk sonrió.
Cómo lo quería.
Después de aquel
día, que Hyuk se quedó mirando a Donghae de la manera más seria en que lo hizo
jamás, le juró que lo haría caminar de nuevo. Que no importaba cuánto le
costara, enmendaría su error. Donghae le dio un coscorrón, regañándolo por
culparse siempre por cosas que no eran su culpa. Pero agradeció el gesto.
Y entonces,
diariamente, Eunhyuk iba a la sala que le correspondía y ayudaba a Hae hasta
que ninguno de los dos pudiera más. No habían logrado gran avance, mas las
esperanzas del pelirrojo no se iban y, por eso, Donghae se guardaba para sí
mismo el “es una pérdida de tiempo, Hyukkie. No intentes más”. Porque conocía a
su amigo de toda la vida y él nunca se rendía.
La Navidad se
estaba acercando, la nieve comenzaba a aparecer en suaves copos que cubrían la
ciudad, y Eunhyuk y Donghae ya casi ni iban a casa. Si no estaban con el
tratamiento estaban saliendo, jugando, hablando. Pasando tiempo juntos.
Eran las siete
de la noche. Los demás pacientes y trabajadores se habían ido, pero Eunhyuk y
Donghae seguían en la sala conversando, mientras Hyuk le hacía algunos
ejercicios en las piernas.
Debía tomar el
pie del castaño, desde la planta, y hacer que flexionara la pierna cien veces.
Después, hacía lo mismo con la otra para buscar reacción en los músculos.
—Mañana es Navidad,
Hyukkie. ¿Ya pensaste en qué me vas a dar? —El aludido estaba contando cada
flexión, iba por la cuarenta con el pie derecho, y apenas prestó atención a lo
que el otro le dijo.
—¿Eh?
—Mi regalo,
tonto. ¿Qué vas a darme de Navidad? —cuestionó en broma con una gran sonrisa.
Eunhyuk imitó el gesto y respondió, sin detener su trabajo con las piernas.
—Oh, no sé,
Donghae, no sé si merezcas un regalo de mi parte —respondió haciéndose el
modesto. Donghae soltó una escandalosa risa, de esas que siempre se le
escapaban con cualquier tontería que dijera el mayor.
—Oye, pasa a la
otra pierna, ya me cansé en esta. —Se quejó Hae arrugando la nariz y frunciendo
el ceño. Eunhyuk suspiró, haciéndole caso.
—Muy bien, pero
después no te quejes si… —Calló sus propias palabras.
Volteó a mirar a Hae casi sin poder creerlo—. ¿Qué dijiste?
—Que… pases a la
otra pierna. ¡Oye! Hoy estás muy distraído, anchoa, ¡eh!
—¡No, no! Me refiero…
¿Dijiste que ya te cansaste con esta pierna? —preguntó incrédulo.
—Sí. ¿Qué pasa
con eso? —Eunhyuk suspiró, recordando que su chico pez era el más distraído del
mundo. Bajó la pierna que tenía entre sus manos.
—Lee Donghae,
eres parapléjico y te cansaste de flexionar tu pierna. ¡Estás sintiendo!
—Chilló dando un brinco de alegría. Hae soltó una sonrisa con todos sus
dientes, cayendo en cuenta de que al fin, después de siete años, había
conseguido lo que parecía imposible—. ¡Sientes! Dios, ¡Donghae siente!
—canturreó brincando de la emoción—. Oh, te lo dije. Te dije que podríamos.
—No creí que
fuera posible, ¿sabes? —suscitó Hae mirándolo con los ojitos brillantes.
Hace siete años,
cuando Donghae y Eunhyuk escaparon de casa para divertirse un rato, un
conductor borracho atropelló al menor. Su mamá, que se volvió sobreprotectora
con él después de la muerte de su esposo, le echó toda la culpa a Eunhyuk. Y lo
gritó tan feo que él terminó creyéndose todo lo que la mujer le dijo. Desde
entonces se mudó, se fue, cambió completamente. Incluso olvidó su sueño de ser
famoso. Lo único que no cambió fue el amor que siempre sintió por él en
secreto. Y tenerlo tan cerca de nuevo…
—Claro que es
posible —asintió tocándole los hombros—. ¿Crees querer intentar andar?
—susurró.
Sabía que era
casi imposible que todavía pudiera siquiera mover un pie, pero su corazón
saltaba de alegría y quería intentarlo. Donghae, siguiéndole el juego, soltó un
tranquilo «sí, pero luego no te decepciones», y le quitó el seguro de los pies
a la silla. Una vez allí, Hyuk lo ayudó a levantarse.
La cercanía de
sus cuerpos lo superó por mucho. Abrazó a Hae por debajo de sus brazos, para
que se pudiera levantar, pero sus cuerpos estaban en demasiado contacto. Pudo
oler el perfume del chico, suave, delicioso. Pudo oír los latidos de su
corazón, que iban tan rápido como los suyos. Pudo sentir el calor de su piel, y
escuchar la voz del otro susurrándole al oído un «gracias por ser mi amigo».
Fue demasiado para él y se descuidó.
Ambos cayeron al
suelo.
—¡Ah! —chilló
Hae, que quedó bajo el cuerpo del mayor—. ¡Mono torpe!
Cuando miró a
Eunhyuk, lo pilló viéndolo fijamente a los ojos. Los dos se quedaron sin
palabras, atónitos, perdidos en su propio planeta. Estaban tan cerca que sus
respiraciones se mezclaban, tan cerca que con sólo empujar un poco la cabeza
del uno, los labios del otro podían alcanzarlo. Y sin embargo tan lejos… que
sólo eran amigos.
—Lo siento
—susurró quedo. Tragó en seco, incapaz de separar su mirada de la de Hae.
—Te perdono si
me dices qué me darás de Navidad —respondió el otro.
Eunhyuk rio y se
sentó, ayudando a Hae a sentarse en el piso también, haciendo que accidentalmente sus pieles se rozaran
mucho en el proceso. Con cada toque, una descarga eléctrica les iba por todo el
cuerpo, y era más fuerte en sus manos y sus pechos. Se sentía tan bien esa
sensación que ninguno pareció descubrir una manera mejor para sentarse.
—No te he
preguntado por tu madre. ¿Cómo está? —Se hallaban frente a frente, sonrientes y
sonrojados.
—Murió el año
pasado. —Eunhyuk palideció y se arrepintió de haber hecho la pregunta, pero
antes de soltar sus condolencias Donghae continuó—. Luego me vine a Seúl con Donghwa,
y ya que él se encargó de los gastos, me dijo que a cambio debía comenzar un
tratamiento.
—Pues qué buen
hermano tienes.
—Es más
testarudo que tú, Hyukkie. ¡Si lo vieras! Sólo accedí a venir para quitarme de
encima su insistencia. Hermano cansón.
—Pero si no
fuera por él no estaríamos aquí, juntos —expresó HyukJae. Donghae volteó a verlo,
pero no dijo nada. Luego sonrieron y Eunhyuk bajó la mirada bastante
avergonzado. Le gustaba la idea de que a Donghae no le molestara tanta
cercanía, ni palabras como esas.
—Claro que sí.
Lo mejor que me ha pasado en estos años ha sido encontrarte de nuevo. Ahora:
¿qué me vas a dar de Navidad?
—¡Donghae!
Y llegó la
Navidad. Aquel día Seúl se cubrió de nieve y unos cuantos copos caían sobre el
país. Antes de la cena en casa, a la que invitó a Hae y Donghwa, acordó verse
con el castaño en el parque donde pasearon la primera vez que se vieron de
nuevo, dos meses atrás. Frotó sus manos para calmar el frío, esperando a
Donghae completamente solo en el parque. Para su mala suerte, llegó demasiado
temprano y a su chico pez se le estaba haciendo tarde.
—¿Sabes lo
difícil que es andar por la nieve con estas ruedas? —dijo una voz a sus
espaldas. Al girarse lo vio: cabello castaño, bufanda azul, camisa de algodón
con manga larga gris, pantalones negros y zapatos azules. Se veía hermoso.
—Me hubieras
llamado, Hae, y así hubiera ido a buscarte.
—Puedo solo,
gracias —respondió riendo—. ¿Y bien?
—Y bien… —Sabía
que había llegado el momento de decirle por qué lo citó en el parque a esa
hora, pero estaba nervioso. Su corazón iba a mil. Suspiró para tratar de
calmarse y lo miró a esos almendrados ojos, pacífico, pero ansioso a la vez—…
quería darte esto.
Del bolsillo
sacó un anillo de plata, brillantísimo y hermoso. Tenía grabado por dentro
“EunHae”, y un “te quiero” por fuera, tan delicado y fino que parecía poder
quebrarse en cualquier momento. Donghae abrió los ojos lleno de sorpresa,
¡estaba de maravilla!
—¡Hyukkie!
—chilló fascinado. El mayor estaba tan nervioso y sus manos le temblaban tanto,
que se le cayó sin querer a la nieve. Lo tomó con una risilla nerviosa y se lo
puso a Hae en el dedo anular. No le quedó. Era demasiado grande, así que lo intentó
en corazón y tampoco. Sus latidos iban a mil, estaba avergonzado, ¡rayos!
Finalmente se lo puso en el pulgar, donde le quedó perfecto. Donghae sólo reía—.
Gracias, está de lo mejor.
Se quedaron
viéndose por un largo momento, disfrutando de la presencia del otro. Era tan
ameno, se dijo Eunhyuk, y tan… único. Podía crear fuego en su interior con tan
sólo mirarlo, hacer que brincara, riera y quisiera morir haciéndolo feliz.
—Yo también
tengo algo, anchovy —susurró sacando algo de atrás del asiento. Lo había estado
escondiendo. Cuando se lo tendió al pelirrojo, este observó que era un cd
envuelto en un adorable moño de motivos navideños—. Quería bailar pero… no
puedo —aclaró avergonzado—, y ya que canto un poco y cuando éramos niños decías
que te gustaba mi voz… decidí que mi primer álbum sería para ti, Hyukkie.
Eunhyuk lo
recibió, estaba tan sorprendido que se olvidó de sonreír. Sintió el suave tacto
de la carátula, brillante, con la fotografía de Hae en ella. De fondo estaba la
playa de Mokpo, que tanto amaba el menor.
—Y… también hay
otro regalo. Creo que este te va a gustar más.
Eunhyuk lo miró
anonadado, ¿había más? ¡Pero si él no lo merecía! Observó cómo Hae, viéndolo
directo a los ojos, soltaba el seguro de la silla de ruedas, sonriente y
sonrojado.
—Pero dame la
mano, aún necesito ayuda. —Eunhyuk le tendió las manos sin dudar un segundo,
dejando que las frías de Hae las tomaran y las apretaran con fuerza. Mirándose
a los ojos, observó cómo Hae iba, poco a poco, quedando a su altura. Soltó una
lágrima, había demasiada felicidad en su interior como para poder contenerla—.
No seas llorón —le dijo también con los
ojos encharcados—. Anoche practiqué todo lo que pude, y conseguí esto. Pero no
por mucho. —Finalmente, volvió a sentarse.
Eunhyuk se
arrodilló frente a Donghae, acariciándole las manos, mordiéndose los labios,
sin saber qué decir realmente. Él nunca iba a decepcionarlo, ni mucho menos
dejar de sorprenderlo. ¡Lo amaba tanto! Era tan grande lo que sentía por él que
tenía que decírselo antes de no poder
soportar más aquel secreto. Tenía miedo de ser rechazado, pero una llama de
esperanza en su interior le invitaba a hacerlo.
—Hae yo…
—Te amo
—completó el otro—. Siempre lo he hecho. ¿Tú también me amas, Hyukkie? Porque
desde que te volví a ver sólo he pensado en qué se sentirá besar esos labios
que tienes —confesó mordiéndose los suyos propios.
Eunhyuk lo miró
atónito, ¿era verdad lo que estaba oyendo?, ¿acaso su Hae no podía ser más
adorable? ¡Iba a conseguir que caminara! Y que pudiera hacer realidad su sueño
de cantar y bailar, y lo iba a hacer junto a él. Porque lo amaba y ya no
importaba nada más, sólo Donghae.
—Entonces
pruébalos —susurró acercándose a la fina boca del otro.
Sus labios se
fundieron de tal modo que el frío desapareció. La temperatura de sus cuerpos
subió a mil, sus bocas se movían lentas, pasionales, deseosas. Fue Hae quien
empujó su lengua contra la de Hyuk, y fue Hyuk quien se encargó de acariciarla
con gula, de robarle el aliento al otro; de sentir que la nieve bajo sus pies se
derretía y los copos que caían sobre ellos se convertían tibias gotas de agua.
Feliz Navidad.
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Bueno, sé que no me conocen quienes leen este bello blog. Como colaboradora, admito que es el primer escrito que me animo a publicar. Quedó largo, creo que tedioso, pero espero que sea de su agrado xd.
*La
frase de “Hay ayeres y mañanas, pero no hoyes”, aquí la puse como de Donghae,
pero en realidad pertenece a Benedetti.