viernes, 10 de enero de 2014

{Super Junior - EunHae - Feliz Navidad}

Autora: Minki
Título: Feliz Navidad
Fandom: Super Junior
Personajes/Pairing: Eunhyuk x Donghae
Clasificación: Todo público
Género: AU, Fluff, Romance.
Sumario: "Estaban tan cerca que sus respiraciones se mezclaban, tan cerca que con sólo empujar un poco la cabeza del uno, los labios del otro podían alcanzarlo. Y sin embargo tan lejos…"
Advertencia:Verán a un Donghae que podría romper corazones.



«¡Vamos, Hyukkie!»
«No, esto está mal…»
«¿Y a quién le importa?»
«Pero nuestros padres van a…»
«Hay ayeres y mañanas, Hyukkie, pero no hay hoyes. Así que aprovéchalo. ¡Vamos!»
«¡N-no! Pe-pero… ¡Espérame!»

Despertó cuando la alarma sonó. Se sentó sobre la cama, perezoso, entreteniéndose con el ruido de las aves de afuera. Choco ladraba abajo, jugando con Sora. Con un ojo medio abierto miró la hora: ocho de la mañana…

Ocho…

—¡Carajo! —De un brinco llegó al baño y se metió lo más rápido que pudo. ¡Tarde en su primer día de trabajo!

Salió tan deprisa que apenas y pudo beber algo del chocolate caliente que le hizo su mamá. Se despidió de beso de su familia y salió corriendo como un rayo. ¡No tenía ni auto! Ah, cómo odiaba los lunes.

Las calles estaban repletas de gente y resultaba casi imposible avanzar, mucho menos si tenía que ir contra la corriente. Se había puesto para aquel día una camisa de algodón beige, unos pantalones negros, botas del mismo color y un abrigo que le llegaba hasta las rodillas. Lo malo era, claro, que ese día estaba tan caliente como un horno.

—Permiso —iba diciendo, apartando a la gente de su camino—. Permiso, per… —Sintió algo hundirse en su zapato. Bajó la vista y vio que pisó… ¿un emparedado?—. Pero qué mier…

—¡Oye, amigo! Pisaste mi desayuno, eh… se me acabó de caer. ¿Vas a pagarlo? —le dijo un chico de unos dieciséis años.

Qué manera tan agradable de comenzar su mañana.

Lee HyukJae, que prefería ser conocido como Eunhyuk, era un hombre de veintitrés años recién graduado de la universidad, especializado como terapeuta. Le interesaba mucho eso de ayudar a las personas que, por algún accidente, quedaron con dificultades en su cuerpo.

Pero cada vez que pensaba en el porqué de haber escogido ese rumbo y no el baile, algo se retorcía en su estómago y subía por su garganta en forma de nudo, aguándole los ojos y le encogiéndole el corazón.

—Bu-buenos días —saludó a la recepcionista una vez llegó.

Sus cabellos, de un rojizo opaco, estaban despeinados y húmedos todavía. La ropa definitivamente la traía desaliñada, y si miraban todo en conjunto con el agite de su respiración y el sudor en su cuerpo, pensarían que escapó de algún lío horrible y estuviera loco por pedir ayuda. Para su suerte, se dijo a sí mismo, visitó el lugar el día anterior, por lo que su jefe no andaba por ahí cerca.

Una vez se registró subió a la sala indicada, donde había diez incapacitados. Al entrar lo primero que vislumbró fue lo amplio que era el lugar, y que la pared frente a Eunhyuk era, en realidad, toda de vidrio para poder ver hacia fuera y permitir que la luz entrase. Cuando fijó su vista en los pacientes, tragó en seco. Había hombres a los que les faltaba una pierna, o que tenían una mecánica. El resto, estaban en sillas de ruedas.

—Llegas tarde —le dijo una de las terapeutas que estaban allí.

—Lo siento. Tuve un inconveniente y…

—No interesa —le cortó. Eunhyuk la miró, parecía como de treinta años, pero era más bajita que él. Traía el rubio cabello recogido en una cola de caballo bastante apretada y su mirada era un tanto severa—. Todos los pacientes tienen un médico asignado menos uno, que es el que te corresponde. Ve hacia allá —dijo, señalando un hombre en silla de ruedas que le daba la espalda—. Buena suerte.

Eunhyuk asintió y se encaminó hacia su paciente. Había oído que a los hombres no les gustaba mucho tener a otro hombre ayudándoles, por lo que se estaba preparando mentalmente para lo que se le iba a venir. Insultos. Humillaciones. Subestimación. Ignorancia.

Pero, al llegar y susurrar un débil «em… hola», supo que las cosas serían muy distintas. La figura comenzó a voltear, haciendo que con cada movimiento el corazón de Eunhyuk se fuera hinchando poquito a poquito, hasta que tuvo al muchacho totalmente frente a él, mirándolo con los ojos tan abiertos como los tenía el médico.

—¿Hyukkie? —dijo el chico en un susurro, casi sin poder creerlo.

—¿Do…Donghae? —balbuceó sintiendo que su mundo daba vueltas.

Se sintió mareado, incapaz de creerlo. No sabía si quería lanzarse a esos brazos o salir corriendo para no volver jamás. ¡Lee Donghae! ¡Su Lee Donghae! Se sonrieron, en señal de reconocimiento, y tragaron en seco. ¡Había tanto por hablar! Insultos, chistes, historias y, muy por encima de eso, miles de disculpas que obsequiar.

—Santo cielo, no creí nunca que podría volver a…

—¿Verme? —completó Hae con una sonrisa. A pesar de los años, no había cambiado nada.

—Sí, a verte.

—Pues genial, Hyukkie. —El ánimo del chico castaño pareció subirse inmediatamente—. Vamos a trabajar fuerte para terminar rápido y luego damos un paseo. ¿Qué dices? Me gustan los paseos. ¿Tienes tiempo? Yo no tengo nada qué hacer.

—Me encantaría —susurró Eunhyuk con una sonrisa de tonto en su rostro. Donghae soltó una risa, mirándolo de pies a cabeza.

—¿Qué es esa ropa, Hyukkie? ¡Quítate ese abrigo enorme! O te vas a achicharrar.

Sí, definitivamente era su por siempre querido Lee Donghae.




La tarde entera se pasó entre bromas estúpidas y risas. Habían decidido ir a pasear al parque que quedaba frente al hospital terapéutico, rodeados de una gran fuente, silencio y mucha naturaleza. Estaban comiendo helado; el uno de limón y el otro de fresas.

—¿Y dices que le mordió el trasero? —preguntó Hae en una carcajada.

—¡Sí! Después de eso, no quiso saber nada más de mí. —Se quedaron mirándose, ahogados en sus propias risas.

Luego caminaron hacia una banca para que Eunhyuk pudiera sentarse y así conversar mejor.

—Y dime, Hyukkie, ¿por qué estás aquí? Creí que tu gran y único sueño —comentó imitándolo— era el baile.

Los ojos de Eunhyuk se aguaron un poco, pero lo ocultó lo mejor que pudo, obligándose a sonreír pese a que, en realidad, quería llorar hasta quedar vacío de lágrimas. ¿Sería posible? Lograr que ya no pueda salir más llanto. Le encantaba la idea, se dijo.

—Desde… la última vez que nos vimos —siseó en un tono quedo—. Lo siento —susurró.

Se miraron a los ojos y un violento sonrojo se apoderó del pelirrojo al mirar la dulce sonrisa de Hae. Se sintió más culpable, pero a la vez tranquilo.

—¿Por qué lo sientes, anchoa descerebrada? Que yo sepa, no has hecho nada.

—Pero… —hice que quedaras postrado a una silla quiso decirle, mas sólo frunció sus labios, bajando la vista.

—Oye —llamó Hae. Puso su mano en el muslo del otro, acariciándolo. Eunhyuk lo miró, listo para lo que tenía que decir—. Tienes helado en tu mano, tonto.

Eunhyuk soltó una risa, deseando saltarle encima y comérselo a besos. Porque todavía lo amaba, ¿no? Nunca pudo olvidarlo, dejarlo atrás, enamorarse de nuevo. Su corazón siempre iba a pertenecer al chico que tenía frente a él.

—Límpialo si tanto te preocupa —masculló para sí mismo en un tono demasiado bajo.

—¿Qué dijiste?

—Nada. Que no me había dado cuenta.

Pero Donghae no era tonto, ni mucho menos sordo. Miró los marrones ojos del mayor por un largo tiempo y luego, sin previo aviso, tomó la mano untada de helado y la acercó a su boca. Ante la atónita, sonrojada, encantada mirada de HyukJae, comenzó a dar pequeños besos en la piel, chupando el dulce que tenía. Eunhyuk se perdió en la sensación de esos –suaves– labios sobre su mano, presionando, succionando y, de vez en cuando, usando pequeños toques con la lengua para ayudarse.

—Lo mío no es el dulce —comentó una vez terminó—. Pero no está nada mal.

Eunhyuk sonrió. Cómo lo quería.

Después de aquel día, que Hyuk se quedó mirando a Donghae de la manera más seria en que lo hizo jamás, le juró que lo haría caminar de nuevo. Que no importaba cuánto le costara, enmendaría su error. Donghae le dio un coscorrón, regañándolo por culparse siempre por cosas que no eran su culpa. Pero agradeció el gesto.

Y entonces, diariamente, Eunhyuk iba a la sala que le correspondía y ayudaba a Hae hasta que ninguno de los dos pudiera más. No habían logrado gran avance, mas las esperanzas del pelirrojo no se iban y, por eso, Donghae se guardaba para sí mismo el “es una pérdida de tiempo, Hyukkie. No intentes más”. Porque conocía a su amigo de toda la vida y él nunca se rendía.




La Navidad se estaba acercando, la nieve comenzaba a aparecer en suaves copos que cubrían la ciudad, y Eunhyuk y Donghae ya casi ni iban a casa. Si no estaban con el tratamiento estaban saliendo, jugando, hablando. Pasando tiempo juntos.

Eran las siete de la noche. Los demás pacientes y trabajadores se habían ido, pero Eunhyuk y Donghae seguían en la sala conversando, mientras Hyuk le hacía algunos ejercicios en las piernas.

Debía tomar el pie del castaño, desde la planta, y hacer que flexionara la pierna cien veces. Después, hacía lo mismo con la otra para buscar reacción en los músculos.

—Mañana es Navidad, Hyukkie. ¿Ya pensaste en qué me vas a dar? —El aludido estaba contando cada flexión, iba por la cuarenta con el pie derecho, y apenas prestó atención a lo que el otro le dijo.

—¿Eh?

—Mi regalo, tonto. ¿Qué vas a darme de Navidad? —cuestionó en broma con una gran sonrisa. Eunhyuk imitó el gesto y respondió, sin detener su trabajo con las piernas.

—Oh, no sé, Donghae, no sé si merezcas un regalo de mi parte —respondió haciéndose el modesto. Donghae soltó una escandalosa risa, de esas que siempre se le escapaban con cualquier tontería que dijera el mayor.

—Oye, pasa a la otra pierna, ya me cansé en esta. —Se quejó Hae arrugando la nariz y frunciendo el ceño. Eunhyuk suspiró, haciéndole caso.

—Muy bien, pero después no te quejes si… —Calló sus propias palabras. Volteó a mirar a Hae casi sin poder creerlo—. ¿Qué dijiste?

—Que… pases a la otra pierna. ¡Oye! Hoy estás muy distraído, anchoa, ¡eh!

—¡No, no! Me refiero… ¿Dijiste que ya te cansaste con esta pierna? —preguntó incrédulo.

—Sí. ¿Qué pasa con eso? —Eunhyuk suspiró, recordando que su chico pez era el más distraído del mundo. Bajó la pierna que tenía entre sus manos.

—Lee Donghae, eres parapléjico y te cansaste de flexionar tu pierna. ¡Estás sintiendo! —Chilló dando un brinco de alegría. Hae soltó una sonrisa con todos sus dientes, cayendo en cuenta de que al fin, después de siete años, había conseguido lo que parecía imposible—. ¡Sientes! Dios, ¡Donghae siente! —canturreó brincando de la emoción—. Oh, te lo dije. Te dije que podríamos.

—No creí que fuera posible, ¿sabes? —suscitó Hae mirándolo con los ojitos brillantes.

Hace siete años, cuando Donghae y Eunhyuk escaparon de casa para divertirse un rato, un conductor borracho atropelló al menor. Su mamá, que se volvió sobreprotectora con él después de la muerte de su esposo, le echó toda la culpa a Eunhyuk. Y lo gritó tan feo que él terminó creyéndose todo lo que la mujer le dijo. Desde entonces se mudó, se fue, cambió completamente. Incluso olvidó su sueño de ser famoso. Lo único que no cambió fue el amor que siempre sintió por él en secreto. Y tenerlo tan cerca de nuevo…

—Claro que es posible —asintió tocándole los hombros—. ¿Crees querer intentar andar? —susurró.

Sabía que era casi imposible que todavía pudiera siquiera mover un pie, pero su corazón saltaba de alegría y quería intentarlo. Donghae, siguiéndole el juego, soltó un tranquilo «sí, pero luego no te decepciones», y le quitó el seguro de los pies a la silla. Una vez allí, Hyuk lo ayudó a levantarse.

La cercanía de sus cuerpos lo superó por mucho. Abrazó a Hae por debajo de sus brazos, para que se pudiera levantar, pero sus cuerpos estaban en demasiado contacto. Pudo oler el perfume del chico, suave, delicioso. Pudo oír los latidos de su corazón, que iban tan rápido como los suyos. Pudo sentir el calor de su piel, y escuchar la voz del otro susurrándole al oído un «gracias por ser mi amigo». Fue demasiado para él y se descuidó.

Ambos cayeron al suelo.

—¡Ah! —chilló Hae, que quedó bajo el cuerpo del mayor—. ¡Mono torpe!

Cuando miró a Eunhyuk, lo pilló viéndolo fijamente a los ojos. Los dos se quedaron sin palabras, atónitos, perdidos en su propio planeta. Estaban tan cerca que sus respiraciones se mezclaban, tan cerca que con sólo empujar un poco la cabeza del uno, los labios del otro podían alcanzarlo. Y sin embargo tan lejos… que sólo eran amigos.

—Lo siento —susurró quedo. Tragó en seco, incapaz de separar su mirada de la de Hae.

—Te perdono si me dices qué me darás de Navidad —respondió el otro.

Eunhyuk rio y se sentó, ayudando a Hae a sentarse en el piso también, haciendo que accidentalmente sus pieles se rozaran mucho en el proceso. Con cada toque, una descarga eléctrica les iba por todo el cuerpo, y era más fuerte en sus manos y sus pechos. Se sentía tan bien esa sensación que ninguno pareció descubrir una manera mejor para sentarse.

—No te he preguntado por tu madre. ¿Cómo está? —Se hallaban frente a frente, sonrientes y sonrojados.

—Murió el año pasado. —Eunhyuk palideció y se arrepintió de haber hecho la pregunta, pero antes de soltar sus condolencias Donghae continuó—. Luego me vine a Seúl con Donghwa, y ya que él se encargó de los gastos, me dijo que a cambio debía comenzar un tratamiento.

—Pues qué buen hermano tienes.

—Es más testarudo que tú, Hyukkie. ¡Si lo vieras! Sólo accedí a venir para quitarme de encima su insistencia. Hermano cansón.

—Pero si no fuera por él no estaríamos aquí, juntos —expresó HyukJae. Donghae volteó a verlo, pero no dijo nada. Luego sonrieron y Eunhyuk bajó la mirada bastante avergonzado. Le gustaba la idea de que a Donghae no le molestara tanta cercanía, ni palabras como esas.

—Claro que sí. Lo mejor que me ha pasado en estos años ha sido encontrarte de nuevo. Ahora: ¿qué me vas a dar de Navidad?

—¡Donghae!




Y llegó la Navidad. Aquel día Seúl se cubrió de nieve y unos cuantos copos caían sobre el país. Antes de la cena en casa, a la que invitó a Hae y Donghwa, acordó verse con el castaño en el parque donde pasearon la primera vez que se vieron de nuevo, dos meses atrás. Frotó sus manos para calmar el frío, esperando a Donghae completamente solo en el parque. Para su mala suerte, llegó demasiado temprano y a su chico pez se le estaba haciendo tarde.

—¿Sabes lo difícil que es andar por la nieve con estas ruedas? —dijo una voz a sus espaldas. Al girarse lo vio: cabello castaño, bufanda azul, camisa de algodón con manga larga gris, pantalones negros y zapatos azules. Se veía hermoso.

—Me hubieras llamado, Hae, y así hubiera ido a buscarte.

—Puedo solo, gracias —respondió riendo—. ¿Y bien?

—Y bien… —Sabía que había llegado el momento de decirle por qué lo citó en el parque a esa hora, pero estaba nervioso. Su corazón iba a mil. Suspiró para tratar de calmarse y lo miró a esos almendrados ojos, pacífico, pero ansioso a la vez—… quería darte esto.

Del bolsillo sacó un anillo de plata, brillantísimo y hermoso. Tenía grabado por dentro “EunHae”, y un “te quiero” por fuera, tan delicado y fino que parecía poder quebrarse en cualquier momento. Donghae abrió los ojos lleno de sorpresa, ¡estaba de maravilla!

—¡Hyukkie! —chilló fascinado. El mayor estaba tan nervioso y sus manos le temblaban tanto, que se le cayó sin querer a la nieve. Lo tomó con una risilla nerviosa y se lo puso a Hae en el dedo anular. No le quedó. Era demasiado grande, así que lo intentó en corazón y tampoco. Sus latidos iban a mil, estaba avergonzado, ¡rayos! Finalmente se lo puso en el pulgar, donde le quedó perfecto. Donghae sólo reía—. Gracias, está de lo mejor.

Se quedaron viéndose por un largo momento, disfrutando de la presencia del otro. Era tan ameno, se dijo Eunhyuk, y tan… único. Podía crear fuego en su interior con tan sólo mirarlo, hacer que brincara, riera y quisiera morir haciéndolo feliz.

—Yo también tengo algo, anchovy —susurró sacando algo de atrás del asiento. Lo había estado escondiendo. Cuando se lo tendió al pelirrojo, este observó que era un cd envuelto en un adorable moño de motivos navideños—. Quería bailar pero… no puedo —aclaró avergonzado—, y ya que canto un poco y cuando éramos niños decías que te gustaba mi voz… decidí que mi primer álbum sería para ti, Hyukkie.

Eunhyuk lo recibió, estaba tan sorprendido que se olvidó de sonreír. Sintió el suave tacto de la carátula, brillante, con la fotografía de Hae en ella. De fondo estaba la playa de Mokpo, que tanto amaba el menor.

—Y… también hay otro regalo. Creo que este te va a gustar más.

Eunhyuk lo miró anonadado, ¿había más? ¡Pero si él no lo merecía! Observó cómo Hae, viéndolo directo a los ojos, soltaba el seguro de la silla de ruedas, sonriente y sonrojado.

—Pero dame la mano, aún necesito ayuda. —Eunhyuk le tendió las manos sin dudar un segundo, dejando que las frías de Hae las tomaran y las apretaran con fuerza. Mirándose a los ojos, observó cómo Hae iba, poco a poco, quedando a su altura. Soltó una lágrima, había demasiada felicidad en su interior como para poder contenerla—. No seas llorón  —le dijo también con los ojos encharcados—. Anoche practiqué todo lo que pude, y conseguí esto. Pero no por mucho. —Finalmente, volvió a sentarse.

Eunhyuk se arrodilló frente a Donghae, acariciándole las manos, mordiéndose los labios, sin saber qué decir realmente. Él nunca iba a decepcionarlo, ni mucho menos dejar de sorprenderlo. ¡Lo amaba tanto! Era tan grande lo que sentía por él que tenía que decírselo antes de no poder soportar más aquel secreto. Tenía miedo de ser rechazado, pero una llama de esperanza en su interior le invitaba a hacerlo.

—Hae yo…

—Te amo —completó el otro—. Siempre lo he hecho. ¿Tú también me amas, Hyukkie? Porque desde que te volví a ver sólo he pensado en qué se sentirá besar esos labios que tienes —confesó mordiéndose los suyos propios.

Eunhyuk lo miró atónito, ¿era verdad lo que estaba oyendo?, ¿acaso su Hae no podía ser más adorable? ¡Iba a conseguir que caminara! Y que pudiera hacer realidad su sueño de cantar y bailar, y lo iba a hacer junto a él. Porque lo amaba y ya no importaba nada más, sólo Donghae.

—Entonces pruébalos —susurró acercándose a la fina boca del otro.

Sus labios se fundieron de tal modo que el frío desapareció. La temperatura de sus cuerpos subió a mil, sus bocas se movían lentas, pasionales, deseosas. Fue Hae quien empujó su lengua contra la de Hyuk, y fue Hyuk quien se encargó de acariciarla con gula, de robarle el aliento al otro; de sentir que la nieve bajo sus pies se derretía y los copos que caían sobre ellos se convertían tibias gotas de agua.


Feliz Navidad.

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Bueno, sé que no me conocen quienes leen este bello blog. Como colaboradora, admito que es el primer escrito que me animo a publicar. Quedó largo, creo que tedioso, pero espero que sea de su agrado xd.


*La frase de “Hay ayeres y mañanas, pero no hoyes”, aquí la puse como de Donghae, pero en realidad pertenece a Benedetti. 

1 comentario:

  1. Que hermoso ;;;; <3 "Verán a un Donghae que podría romper corazones" pensé que me haría llorar de pena, pero NO fue lo contrario ;;; fue hermoso <3

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